por joxan rekondo (*)
uN nuevo crimen de ETA. Un hombre, un trabajador, un empresario, Ignacio Uria, ha sido cobardemente abatido por el hecho de haber contribuido a que este pueblo tenga un porvenir atractivo, espléndido. Aunque, ciertamente sólo puede ser espléndido un porvenir sin ellos, sin crimen, sin terrorismo. He ahí, pues, el espantoso móvil del terrorista vasco.
ETA se repliega, sin duda. Pero, a la vez se blinda, pone a prueba sus apoyos políticos y sociales con atentados cercanos y temibles. Busca que su vulnerable discurso se fortalezca con la pura provocación. Quiere elevar la apuesta del sufrimiento. Y lo quiere hacer aquí. Sólo así puede disuadir el cansancio en su mundo, sólo así puede evitar la inclinación a la renuncia.
Este hecho no debe, sin embargo, llevarnos a equívocos. No debe alterar nuestra determinación de vencer al terrorismo. Es una cuestión de hondo patriotismo: no podemos vivir contra la pared, a merced del enemigo terrorista. Además, un crimen es, ante todo, una cuestión de seguridad pública y la seguridad pública no puede ser función de un inocente juego de apaciguamiento.
Hoy se habla de polos. ETA ha elegido golpear al país en su polo más crítico. Ignacio Uria es representativo del polo que hoy condensa las más importantes amenazas, pero también el que hoy protagoniza las más abiertas esperanzas de cara al futuro. Es el polo de los que emprenden, de los que apuestan, de los que invierten, de los que innovan, de los que compiten, de los que crean la riqueza que luego se distribuye.
Euskadi vive un momento de cierta agitación política. En poco tiempo, tomaremos importantes decisiones sobre nuestro inmediato futuro. No hay cosa que un demócrata pueda apreciar más que el valor de las decisiones populares. No obstante, es muy pertinente preguntar por el valor de las decisiones colectivas en una comunidad que no prioriza la eficaz protección de sus empresarios o autoridades. En este marco, es comprensible la preocupación del lehendakari ante ETA hasta el punto de haber designado a esta organización terrorista como «el mayor enemigo y el mayor obstáculo» para el futuro del pueblo vasco.
He dicho antes que hablar de polos se ha puesto de moda. Pero, ante el pertinaz latigazo del terrorismo, ninguno tiene más valor que el polo ético. Este debe ser un polo aglutinador de la mayoría de la población vasca, que es la que no comulga ni en medios ni en fines con ETA, y es el polo que debe marcar las más importantes diferencias políticas mientras el terrorismo no desaparezca. Un polo ético que incida en todos los ámbitos de la política vasca, a la cabeza el compromiso de las autoridades vascas, incluidas las instituciones territoriales, comarcales y locales, unidas todas ellas en una acción permanente hasta lograr el fin de ETA. Hoy, la clave de esta reacción debe ser Azpeitia. Todos confiamos en que en Azpeitia sabrán tomar las decisiones más correctas.
* Portavoz de EA en las Juntas Generales de Gipuzkoa Noticias de Gipuzkoa 4/12/08