Rafael Reig responde a las cartas de los lectores

Publico.es

19 Dic 2008

 

Leo en su periódico que Rodríguez Zapatero destaca que cada dos días se detiene a un etarra. No estoy muy ducho en materia antiterrorista, pero me parece difícil que ETA tenga a tantos miembros en activo actualmente. Así que sigo leyendo y más abajo encuentro que el presidente, en realidad, habla de 365 presuntos etarras, lo que cambia sustancialmente las cosas. Pero, a renglón seguido, la noticia vuelve a referirse a 365 miembros de ETA, es decir, 365 personas juzgadas y condenadas por delitos de terrorismo. Estaría bien que nos informaran sobre cuántos de esos 365 sospechosos de pertenencia o colaboración con banda armada son finalmente declarados culpables. Aunque temo que esos términos, sospechoso y culpable, cada vez más nos parecen sinónimos. Si aparece la palabra terrorista, todo desacuerdo con la información o con la opinión se interpreta como peligrosa justificación de la violencia. O sea: o conmigo, o contra mí.

 

FERNANDO LAVIANA MARTÍNEZ SEVILLA

En el paseo por el periódico tropezamos los dos en la misma piedra: también me quedé atónito ante ese titular. Lo primero que pensé fue en Uribe, ese campeón de la democracia. Otro que tal baila, me dije, porque acababa de leer que el presidente de Colombia presume de detener a ocho guerrilleros diarios.

La jactancia de Zapatero se basaba en dos cosas, a cual más entristecedora. Una, como usted señala, en eliminar la presunción de inocencia: acusar a 365 personas de algo es ya lo mismo que condenar a 365 culpables. Otra (complementaria), la perversión de la lucha contra el terrorismo mediante la célebre “teoría del entorno”. En 2007 se celebraron 59 juicios contra 178 personas. 52 de ellas fueron condenadas en el sumario del caso Ekin. En total, ¿cuántos son condenados por pertenencia a una banda armada y cuántos por escribir un artículo o algo así, sin tener más relación con ETA? No he logrado encontrar datos: la “teoría del entorno” consiste en que da lo mismo. Es complementaria porque sirve, entre otras cosas, para eliminar la presunción de inocencia. Cualquiera, incluso sin saberlo, puede formar parte de un “entorno”: basta una acción legal, pero que coincida con los fines de una banda ilegal.

Así estamos: para luchar contra el terrorismo hay que firmar un cheque en blanco al Gobierno. Si no, ya pasas a formar parte de ese difuso y voraz “entorno” que va absorbiendo a cualquiera que no admita que vale todo. Un poco de miedo sí que da, para qué negarlo.

1 comentario

Comentario por Juan — 19/12/2008 @ 10:20

Estoy de acuerdo totalmente con los dos, lo que cuentan es el origen también de la guerra preventiva y monsergas de ese tipo. La ley desprovista de sentimientos de odio y de venganza se ve suplantada por estos últimos que lo justifican todo. Lo cierto es que estos argumentos pueden ser utilizados ahora por nacionalistas errados de forma victimista, pero es una espiral que dificilmente tiene salida. Pienso que manejarse de forma correcta legitima tu postura y lo contrario, incluso teniendo razón es dar argumentos a la otra parte. Argumentos reales por ottro lado. En otras palabras la mano dura sin las debidas garantías no soluciona nada, y engendra un bucle de violencia en el que nadie tiene razón del todo (como siempre pasa por otro lado). Sólo los probados terroristas deben ser condenados, aplicar la ley es eso y nada más. Las detenciones preventivas infundadas, meter a todos en el mmismo saco, difuminar el contorno entre sospechoso y procesado o condenado y por tanto terrorista es un error que vulner garantías que escritas quedan bien porque a priori parecen justas

Gran éxito de los organizadores de derrotas: por primera vez en tres décadas, este año no habrá partido navideño de la selección vasca. El programado contra Irán para el día 27 en San Mamés ha sido suspendido ante el desafío planteado a la Federación Vasca por 165 jugadores, entre ellos todos los del Athletic y gran parte de los de la Real, que amenazaron con no disputar el encuentro si la selección no se llamaba «de Euskal Herria», y no «de Euskadi», que fue la denominación utilizada en los años treinta y desde 1979 hasta diciembre de 2007, en que se cambió por presiones del mismo sector que ahora plantea el desafío.

El episodio constituye una metáfora de dos de los peores males de la sociedad vasca actual: la ignorancia sobre la propia historia y la intransigencia. Euskadi es un neologismo inventado por Sabino Arana para designar a los siete territorios vascos cuya independencia reclamaba el nacionalismo. El término pasó a ETA, que lo sigue manteniendo en sus siglas (Euskadi Ta Askatasuna) y a la izquierda abertzale, que hasta hace poco veía con sospecha el empleo de la denominación alternativa, Euskal Herria, considerada poco política, meramente geográfica: más propia de profesores o de carlistas que de auténticos gudaris.

Hasta que, hacia 1992, y sin que mediara explicación, ETA comenzó a utilizar el término Euskal Herria, que se convirtió así en signo diferenciador respecto al nacionalismo institucional. A partir del pacto de Lizarra, EA y el PNV se sumaron a la nueva moda. Sin embargo, aplicarla al fútbol planteaba el problema de la ruptura con la tradición de la selección vasca que en plena Guerra Civil llevó el nombre de Euskadi a 38 ciudades europeas y americanas; y el de la demasiado visible voluntad de identificación con el radicalismo abertzale. Por eso la Federación Vasca de Fútbol, con el apoyo de las de otros deportes, decidió recuperar el nombre tradicional.

El chantaje (Euskal Herria o no jugamos) es también reflejo de la intransigencia que domina otras realidades vascas, y expresión de un cierto masoquismo: el de quienes prefieren quedarse sin partido que sin motivo de queja.

El Pais 19/12/08

El comunicado Ecologistas contra el terror, en el que los responsables de los cinco principales grupos ecologistas españoles condenan el asesinato del empresario Inaxio Uria y piden a los sordos e insensibles asesinos que no maten «en nombre de la ecología», es digno de tener en cuenta. También lo es la actitud de algunos dirigentes de la plataforma de oposición al tren de alta velocidad AHTGelditu que, siendo activos militantes del abertzalismo de izquierdas e inequívocos independentistas, han pedido a ETA que «deje de interferir en las luchas sociales y que deje de tutelar a la sociedad vasca». Lo negativo ha sido que quienes se han manifestado en Durango contra el TAV no se hayan acordado del asesinado, dando a entender con su impasibilidad ante la muerte inocente que forma parte de su guión o que, al menos, no lo interfiere demasiado. Si a todo esto añadimos la zafiedad con que algunas formaciones políticas administran su acción en las corporaciones locales, facilitando que alcaldes proetarras conserven sus puestos tras negarse a condenar sus asesinatos, habremos completado este caos difícil de comprender, que tanto está colaborando en la degradación de nuestros principios democráticos.

ETA nunca ha dicho que mata y extorsiona porque su objetivo sea exclusivamente sembrar el terror. Primero justificó sus acciones por la necesidad de combatir a la dictadura franquista y a sus abusos. Luego afirmó que su presencia aún era necesaria mientras se iba construyendo y consolidando la democracia, aunque sólo consiguiera suministrar atenuantes y facilitar excusas a quienes creían que al franquismo debía sucederle otro franquismo. Y después, tras sucesivas amnistías y procesos de rehabilitación y perdón destinados a los etarras, arrepentidos o no, ETA (lo que ha ido quedando de ella en cada momento) ha ido enarbolando ocasionales banderas, perturbando cuanto ha tocado y construyendo un amplísimo entramado social que, por compartir algunos de sus «objetivos», ha ido incorporando al elenco de sus partidarios, en muchos casos sin serlo realmente. Al terrorismo etarra nunca le han faltado unas siglas que aglutinaran adeptos (HB, ANV, EHAK, HZ, EH,…), tan atemorizados ante las posibles consecuencias del terrorismo como los propios amenazados por la banda, porque es cierto que quien critica a ETA y la condena, aunque su voz surja del seno de la llamada izquierda abertzale, se convierte en un amenazado. De ahí surge esta sociedad vasca remisa y pacata que no se subleva ante la barbarie con la debida contundencia y deja que le gobiernen, al menos, 42 alcaldes que no se asustan ni se sensibilizan ante un asesinado.

ETA mató para evitar que se construyera una central nuclear, para evitar la construcción de una autopista, y ahora parece que lo hace para evitar un trazado ferroviario. Ha matado para liberar a los vascos del «yugo de España», pero los quiere sometidos al chasquido de sus gatillos y al estruendo de sus bombas. Ha matado en nombre de los jóvenes vascos a los que ha ofrecido instrucción en algunas herrikos para que sigan sus pasos, y ha matado en nombre de los obreros vascos «explotados» mediante explosiones y extorsiones que se han llevado por delante indiscriminadamente a obreros, jóvenes, empresarios, asalariados y todo tipo de ciudadanos. Continuamente, ETA ha acudido a coartadas y falsas razones difundidas por quienes, haciendo alarde de su condición democrática, han puesto más esfuerzo en cuestionar el sistema que en evitarle factores enrarecedores, como son los terroristas y quienes, por una u otra razón, le prestan cobertura.

Por todo esto resulta esperanzador el manifiesto de las organizaciones ecologistas, dicho «alto y claro», que puntualiza que el crimen de Inaxio Uria «no sólo es una atrocidad injustificable, sino que perjudica gravemente a la causa que pretendidamente defiende». Así es, porque si el trazado del TAV «estropea el entorno», tal como ha dicho AHT Gelditu, asistir a un asesinato tan gratuito sin condenarlo estropea la vida, que es mucho más importante que cualquier entorno. Tal como apunta el comunicado, cabe la posibilidad de que ETA trate de buscar «algún resto de legitimidad en el nutrido grupo de ciudadanos vascos que comparte un alto nivel de conciencia ambiental», pero para asesinar en su nombre debiera consultarles antes de hacerlo: si lo hiciera serían los ecologistas mismos quienes se lo impedirían. Dado que su decisión de asesinar en nombre de la ecología es tan brutal como arbitraria lo lógico es que el movimiento ecologista vasco exija a quienes matan y a quienes les apoyan que abandonen su terreno.

«No queremos defender el medio ambiente ni parar la destrucción de los ecosistemas así, mediante el asesinato de una persona», sentencia el comunicado. Sin embargo, son necesarias las personas sensibilizadas con la conservación de un medio ambiente bello, equilibrado y saludable. Son necesarias las organizaciones ecologistas dispuestas a denunciar los posibles abusos y dispuestas así mismo a colaborar con la Administración en la consecución de entornos favorables a la felicidad, o en el suministro de servicios básicos con el mínimo perjuicio ambiental. Lo sostenible son las organizaciones ecologistas. Lo insostenible es una sociedad que permanece impasible ante un asesinato, aunque los asesinos vayan vestidos de verde fragancia.

Josu Montalbán es diputado del PSE por Vizcaya.

El Pais 19/12/08