El comunicado Ecologistas contra el terror, en el que los responsables de los cinco principales grupos ecologistas españoles condenan el asesinato del empresario Inaxio Uria y piden a los sordos e insensibles asesinos que no maten «en nombre de la ecología», es digno de tener en cuenta. También lo es la actitud de algunos dirigentes de la plataforma de oposición al tren de alta velocidad AHTGelditu que, siendo activos militantes del abertzalismo de izquierdas e inequívocos independentistas, han pedido a ETA que «deje de interferir en las luchas sociales y que deje de tutelar a la sociedad vasca». Lo negativo ha sido que quienes se han manifestado en Durango contra el TAV no se hayan acordado del asesinado, dando a entender con su impasibilidad ante la muerte inocente que forma parte de su guión o que, al menos, no lo interfiere demasiado. Si a todo esto añadimos la zafiedad con que algunas formaciones políticas administran su acción en las corporaciones locales, facilitando que alcaldes proetarras conserven sus puestos tras negarse a condenar sus asesinatos, habremos completado este caos difícil de comprender, que tanto está colaborando en la degradación de nuestros principios democráticos.
ETA nunca ha dicho que mata y extorsiona porque su objetivo sea exclusivamente sembrar el terror. Primero justificó sus acciones por la necesidad de combatir a la dictadura franquista y a sus abusos. Luego afirmó que su presencia aún era necesaria mientras se iba construyendo y consolidando la democracia, aunque sólo consiguiera suministrar atenuantes y facilitar excusas a quienes creían que al franquismo debía sucederle otro franquismo. Y después, tras sucesivas amnistías y procesos de rehabilitación y perdón destinados a los etarras, arrepentidos o no, ETA (lo que ha ido quedando de ella en cada momento) ha ido enarbolando ocasionales banderas, perturbando cuanto ha tocado y construyendo un amplísimo entramado social que, por compartir algunos de sus «objetivos», ha ido incorporando al elenco de sus partidarios, en muchos casos sin serlo realmente. Al terrorismo etarra nunca le han faltado unas siglas que aglutinaran adeptos (HB, ANV, EHAK, HZ, EH,…), tan atemorizados ante las posibles consecuencias del terrorismo como los propios amenazados por la banda, porque es cierto que quien critica a ETA y la condena, aunque su voz surja del seno de la llamada izquierda abertzale, se convierte en un amenazado. De ahí surge esta sociedad vasca remisa y pacata que no se subleva ante la barbarie con la debida contundencia y deja que le gobiernen, al menos, 42 alcaldes que no se asustan ni se sensibilizan ante un asesinado.
ETA mató para evitar que se construyera una central nuclear, para evitar la construcción de una autopista, y ahora parece que lo hace para evitar un trazado ferroviario. Ha matado para liberar a los vascos del «yugo de España», pero los quiere sometidos al chasquido de sus gatillos y al estruendo de sus bombas. Ha matado en nombre de los jóvenes vascos a los que ha ofrecido instrucción en algunas herrikos para que sigan sus pasos, y ha matado en nombre de los obreros vascos «explotados» mediante explosiones y extorsiones que se han llevado por delante indiscriminadamente a obreros, jóvenes, empresarios, asalariados y todo tipo de ciudadanos. Continuamente, ETA ha acudido a coartadas y falsas razones difundidas por quienes, haciendo alarde de su condición democrática, han puesto más esfuerzo en cuestionar el sistema que en evitarle factores enrarecedores, como son los terroristas y quienes, por una u otra razón, le prestan cobertura.
Por todo esto resulta esperanzador el manifiesto de las organizaciones ecologistas, dicho «alto y claro», que puntualiza que el crimen de Inaxio Uria «no sólo es una atrocidad injustificable, sino que perjudica gravemente a la causa que pretendidamente defiende». Así es, porque si el trazado del TAV «estropea el entorno», tal como ha dicho AHT Gelditu, asistir a un asesinato tan gratuito sin condenarlo estropea la vida, que es mucho más importante que cualquier entorno. Tal como apunta el comunicado, cabe la posibilidad de que ETA trate de buscar «algún resto de legitimidad en el nutrido grupo de ciudadanos vascos que comparte un alto nivel de conciencia ambiental», pero para asesinar en su nombre debiera consultarles antes de hacerlo: si lo hiciera serían los ecologistas mismos quienes se lo impedirían. Dado que su decisión de asesinar en nombre de la ecología es tan brutal como arbitraria lo lógico es que el movimiento ecologista vasco exija a quienes matan y a quienes les apoyan que abandonen su terreno.
«No queremos defender el medio ambiente ni parar la destrucción de los ecosistemas así, mediante el asesinato de una persona», sentencia el comunicado. Sin embargo, son necesarias las personas sensibilizadas con la conservación de un medio ambiente bello, equilibrado y saludable. Son necesarias las organizaciones ecologistas dispuestas a denunciar los posibles abusos y dispuestas así mismo a colaborar con la Administración en la consecución de entornos favorables a la felicidad, o en el suministro de servicios básicos con el mínimo perjuicio ambiental. Lo sostenible son las organizaciones ecologistas. Lo insostenible es una sociedad que permanece impasible ante un asesinato, aunque los asesinos vayan vestidos de verde fragancia.
Josu Montalbán es diputado del PSE por Vizcaya.
El Pais 19/12/08