brian currin mediador internacional en procesos de paz

Absolutamente implicado en la resolución del conflicto vasco desde hace cinco años, el mediador internacional Brian Currin tiene sus esperanzas puestas en el trabajo «profundo» que la izquierda abertzale está realizando para salir de la clandestinidad y posibilitar un escenario sin violencia que abra un nuevo proceso de paz

J. G. lurgain/a. zabaleta – Domingo, 1 de Noviembre de 2009

 

Brian Currin :: El mediador sudafricano Brian Currin (Rubén Plaza)

Brian Currin

Donostia. Antes de responder a la primera pregunta, Brian Currin (Sudáfrica, 1950) hace un breve inciso para poner sobre aviso a las dos periodistas de que será cauto en sus palabras y hablará despacio -con un inglés claro-, para no ser tergiversado en la traducción. Este experto internacional que ha intervenido en procesos de paz, como el de Sudáfrica, Irlanda del Norte, Ruanda, Oriente Próximo o Sri Lanka, no oculta cierta decepción con los medios de comunicación españoles. Pese a ello, expone su visión del conflicto vasco con propiedad, sin ningún prejuicio y aportando una dosis de realismo a la actual situación de bloqueo.

Enamorado de Euskal Herria por la «hospitalidad de su gente» y su «belleza», Currin confiesa estar encantado de volver una y otra vez -ésta última invitado por Lokarri-. Optimista por naturaleza, está convencido de que existe una esperanza para el último conflicto político-armado de Europa.

¿Cómo ha encontrado la situación en Euskal Herria en esta última visita?

Parece que hay una mezcla de esperanza y abatimiento, un nivel de inseguridad, particularmente sobre los arrestos del día 13 de octubre.

Una emisora de radio hizo público recientemente un informe reservado de la Policía española, en el que se afirma que usted se reunió a mediados de septiembre con Arnaldo Otegi y el abogado Urko Aiartza. ¿Qué hay de cierto en esta información?

El reportero que dijo eso no me preguntó a mí sobre esa reunión. No quiero comentarlo. Lo que sí puedo decir es que durante los últimos 16 meses he estado implicado en discusiones sobre una nueva estrategia política, un nuevo planteamiento. Básicamente, he aportado ideas que vienen de mi experiencia en otros conflictos y del conocimiento que tengo de la realidad vasca. Pero lo que sea que emerja y lo que ya ha emergido de esas discusiones desde diciembre del año pasado -fue la primera vez que Arnaldo Otegi habló de un nuevo proyecto político- son ideas que han evolucionado dentro de esa organización, como consecuencia de sus propias discusiones y debates internos que se están dando desde septiembre del año pasado.

Se viene especulando sobre la existencia de una declaración, en la que la izquierda abertzale se plantea cierta distancia con ETA. ¿Es así?

Creo que es importante que en algún momento la izquierda proindependentista haga una declaración sobre la violencia. Creo que todo el mundo en Euskal Herria anticipa que habrá una posición pública sobre la violencia. El hecho de que esté hablando con otros partidos nacionalistas, sabiendo que para otros partidos nacionalistas la violencia es una gran preocupación, debe indicar que es una cuestión que está en su agenda. Yo insistiría en que es importante que se haga una declaración. Pero no puedo decir qué hay en esa declaración o si esa declaración se va a hacer. Los contenidos pertenecen a la izquierda proindependentista, corresponde a ellos hacerlos públicos, no a mí.

Entonces, ¿constata que el debate sobre la violencia está dándose?

El debate sobre la violencia está teniendo lugar. El centro de este debate interno y la consulta que están haciendo dentro de la izquierda proindependentista es sobre cómo puede participar en políticas democráticas en Euskal Herria. Ahora sabemos, con el contenido de la Ley de Partidos, lo que es necesario para que un partido político deje de estar prohibido. Sabemos cuáles son los requisitos. Por lo que si ése es el objetivo, embarcarse en un nuevo proyecto político del que hemos oído hablar a Arnaldo Otegi hace ya tiempo, debería ser obvio qué es lo que se debe hacer para participar en políticas democráticas.

¿Qué consecuencias pueden tener las detenciones de las personas que, precisamente, estaban liderando el debate y desarrollo de la nueva estrategia?

Es difícil de predecir, pero mi esperanza sería que los arrestos no desanimen a la izquierda proindependentista de perseguir este particular proyecto. Espero que les anime aún más a continuar este nuevo sendero.

¿Cree que, tras las detenciones, hay personas en la izquierda abertzale preparadas para liderar el proceso y seguir ese camino?

Diría que sí hay gente capaz de hacerlo. Sabiendo, como sé, sobre qué es este proceso, que se trata de un nuevo proyecto político, no entiendo y encuentro extraño que el grupo de personas que lo ha liderado debía ser arrestado como consecuencia de una relación o una consulta que, es obvio, parece necesaria para hacer avanzar el proceso.

¿A qué consulta se refiere y entre qué agentes?

Por lo que he leído uno de los cargos que se imputan a los detenidos es que este proyecto está dirigido por ETA. Yo puedo decir que este proyecto ha estado dirigido por la izquierda proindependentista dentro de Euskal Herria desde julio del año pasado. Los arrestos dicen que el Gobierno tiene información de que la izquierda proindependentista ha consultado con ETA, lo que yo afirmaría que era lo correcto. Es vital que la izquierda proindependentista lleve a ETA con ella en este viaje. Un proyecto que aspira a legalizar a la izquierda proindependentista seguramente fracasará si no hay un fin de la violencia. No entiendo por qué han sido arrestados. Técnicamente, no tengo duda de que es un delito implicarte con miembros de ETA, pero si estás relacionándote y consultando con ellos sobre un proceso de paz. Puede que técnicamente sea un delito, pero no tiene sentido que se arreste a gente por esto.

Si hablar con ETA es un delito por el que vas a la cárcel, ¿cree que es viable un nuevo proceso de paz?

Debemos entender que el objetivo en este momento no está en embarcarse en un nuevo proceso de paz con Madrid. Lo que está pasando ahora es lo que se ha estado haciendo dentro de la izquierda proindependentista, cuyo objetivo es un nuevo proyecto político legalizado. Hay dos patas en este proyecto: una es ayudar al movimiento político de la izquierda proindependentista a legalizarse y la otra es que acabe la violencia. Para conseguir las dos, es vital que Batasuna lleve a ETA con ella. Porque, de lo contrario, ¿dónde nos quedaríamos con la violencia? Se trata de medir los tiempos, las circunstancias apropiadas, y ésas son cosas que yo no puedo hacer, son cosas que necesitan hacerse internamente.

¿Tiene esperanza en este proceso?

Lo que puedo decir es que el debate interno, la consulta que está teniendo lugar en los últimos 16 meses es algo profundo, que no había pasado antes. Y ésa es mi esperanza.

Pero la detención de Otegi, Diez y los otros dirigentes abertzales puede perjudicar a ese debate.

Obviamente son enormemente decepcionantes. Yo esperaría que proporcionen más motivación, porque la cuestión es: Si trabajas como un activista político, cómo puedes tener éxito si estás prohibido; si estás ilegalizado, ¿qué puedes conseguir? Nada. Para poder conseguir tus objetivos políticos es esencial que puedas operar legalmente. Y creo que eso es algo que se ha entendido.

En Irlanda del norte, el Sin Feinn empujó al IRA a dejar las armas. ¿Por qué Batasuna no ha dado ese paso aquí?

Ésa es la cuestión.

¿Cree que la izquierda abertzale va a dar ese paso ahora?

Lo que puedo decir es que espero que eso sí pase. Desde mi punto de vista, para que este proyecto funcione debería pasar. De hecho, para que este proyecto político funcione, debe pasar, porque si no pasa, no funcionará.

¿Un nuevo proceso de paz sería el objetivo?

Claramente ése sería el objetivo a largo plazo, pero ahora nadie ha hecho peticiones o ha requerido a Madrid que entre en negociaciones. Ha sido un trabajo unilateral dentro de ese movimiento político particular.

¿Y tiene constancia de que haya otro tipo de conversaciones con Madrid?

No soy consciente de nada de eso.

En los últimos 16 meses, ha estado en contacto permanente con la izquierda abertzale. ¿Ha mantenido también contactos con partidos españoles, con el Gobierno español?

Previamente yo tuve contacto con otros partidos, me reuní con el Gobierno español. Pero en los últimos quince meses todo el trabajo que he hecho ha sido enteramente con la izquierda proindependentista.

Usted participó en el último proceso de paz vasco. ¿Por qué fracasó?

Desde mi punto de visto ese proceso fue fundamentalmente pisoteado. ¿Por qué? Porque no hubo ningún tipo de transparencia. No podían hablar con Batasuna porque era ilegal relacionarse no con ETA, sino con los líderes de Batasuna. Ningún partido quería ser visto relacionándose con Batasuna, primero porque estaba ilegalizado; segundo, porque nadie quería ser visto hablando con ellos por el impacto que eso podía tener en su propio electorado. Así, todas las conversaciones fueron secretas. Las reuniones entre Madrid y ETA fueron secretas. Nadie realmente sabe quién dijo qué. Nadie quería reconocer públicamente que había un proceso de paz. Desde mi experiencia, para que un proceso de paz funcione, necesita ser abierto, transparente, necesita implicar al electorado, debe haber consultas. ¿Cómo se podía hacer eso en esa particular situación? No se podía. Se necesita que sea un proceso respetado, en el que la gente confíe.

¿Se refiere a los interlocutores en el proceso o a la sociedad vasca?

La sociedad debe decir: «Yo creo en este proceso, yo quiero este proceso, porque mis líderes me están diciendo que es un proceso importante que nos llevará mañana a un mundo mejor que el que tenemos hoy». No vimos nada de esa naturaleza en torno a este proceso de paz. Fue pisoteado en todos y cada uno de los niveles. He hecho un análisis sobre numerosos procesos de paz y he acabado encontrando ocho criterios que se suelen dar en procesos de éxito. Ninguno de esos ocho criterios se dio en este caso. Ninguno de los ocho.

¿Pero eran conscientes de que no estaba funcionando?

Yo creo que la gente que se estaba dedicando a esto esperaba que funcionara. Después de que pasara puedes entender por qué no funcionó y puedes hacer un análisis.

¿Usted cree que existía un compromiso real de las partes implicadas?

Lo primero que realmente necesitas hacer en un proceso de paz es construir confianza. Tienes que buscar modos para crearla y la responsabilidad de hacerlo es mutua. El Gobierno la tiene y, por supuesto, la organización ETA también tiene esa obligación. ¿Cómo sucede esto? Antes de que se tenga esa confianza, las partes tienen que encontrarse.

¿Eso no ocurrió?

Eso no pasó. Suelo poner ejemplos: por una parte debe haber declaración de alto al fuego, luego el gobierno puede pensar qué puede hacer en respuesta y puede abordar el tema de la dispersión de presos. Pero uno de los problemas es que haya gente ajena fijando la agenda, porque no me corresponde a mí fijar la agenda para ETA, Batasuna o Madrid, son cosas que deben hacer ellos.

Entonces, ¿cuál es la labor de un mediador internacional?

Puede ayudar si se toma en el sentido de que estas cosas son las que típicamente pasan en un proceso de paz. No estoy diciendo a Batasuna o a ETA éstas son las cosas que debéis hacer o éstas son las cosas por las que fracasó el anterior proceso, porque ninguna de las dos cosas me corresponde a mí. No hacen falta mediadores necesariamente. Si los partidos quieren que un proceso de paz funcione, pueden recurrir a asesores, implicar a gente que ha estado en otros procesos de paz.

Noticias de Gipuzkoa 31/10/2009

Vuelta y vuelta

por mariano ferrer – Domingo, 1 de Noviembre de 2009

 

Creo tener derecho a esperar que la Ertzaintza además de la porra fuera capaz de manejar el diálogo

Atiende a lo que hacen, no a lo que dicen. Dicho de una u otra forma, es un consejo que todos hemos escuchado alguna vez y que viene bien a la hora de calibrar la fiabilidad ajena (y, por supuesto, también la propia). Pues bien, si con algo se llena la boca el departamento de Interior es con la necesidad de deslegitimar la violencia. Vayamos de las palabras a los hechos.

Allá por el pasado mes de mayo, el Grupo de Trabajo Bidea Helburu, miembro de la histórica asociación de objetores guipuzcoanos, iniciaba la preparación de las VIII Jornadas de No Violencia activa que acaban de celebrarse este fin de semana. Querían incluir en el programa una mesa redonda que reuniera a dos representantes de la Policía, o de Interior, con otros tantos activistas sociales. La iniciativa pretendía crear un precedente de diálogo y escucha mutua desde la convicción de que tiene que ser posible encarar los conflictos en coordenadas de no violencia. Sobre la mesa, una pregunta concreta:

-¿Existen a día de hoy mecanismos adecuados que permitan tanto a los activistas sociales como a la policía afrontar los conflictos y la acción política desde la no violencia?

-¿En qué tienen que cambiar la policía, los agentes sociales y la propia sociedad?

El planteamiento aspiraba a disponer de una doble perspectiva: la vasca y la catalana. Los Mossos d»Esquadra dieron su visto bueno sin problemas: lo consideraron un tema «de total interés y actualidad, en el que estamos trabajando y sobre el que hemos debatido mucho». Conscientes de que, por razones al alcance de cualquiera, la gestión con el Departamento de Interior vasco no iba a ser tan sencilla, los organizadores recurrieron a un intermediario de la confianza de ambas partes para establecer el contacto adecuado y, una vez designado el interlocutor, procedieron a la negociación en la que se expuso con toda sinceridad el propósito y los detalles de la iniciativa, incluidas las dificultades que convenía anticipar para su buen resultado.

Omitiré los detalles de una negociación de cinco meses, pero sí precisaré que el interlocutor, un muy alto cargo de la Ertzaintza, se prestó al diálogo desde el primer momento («me parece un proyecto muy interesante…; ojalá podamos avanzar en esa vía de la no violencia…; me comprometo a buscar un ponente para la jornada»), recibió a los organizadores y respondió personalmente a sus misivas. Pero daba largas a la respuesta definitiva que no llegó hasta el 21 de octubre, a una semana de la celebración de las Jornadas. La sorpresa no fue tanto la negativa, como su argumentación: «He tratado de buscar un ponente… al primero de los seleccionados le surgieron problemas personales… no ha sido posible encontrar un sustituto… dado lo avanzado de las fechas me han comentado que es imposible preparar su participación con un mínimo de profundidad y dignidad dado el elevado nivel del resto de los ponentes».

Los organizadores no se rindieron. Trataron de hacer ver el perjuicio que suponía tan tardía renuncia («no terminamos de comprender las razones. Se supone que desde Interior están marcadas las directrices de actuación y de que éstas pueden ser explicadas por cualquiera de los mandos o especialistas que tiene la Ertzaintza»). La última respuesta fue una atenta disculpa que reformulaba un tanto los términos de la negativa. La resumo: existen directrices sobre esas materias, pero lo que el ponente sustituto pudiera decir en respuesta a las posibles preguntas en el debate «se enmarcaría en respuesta institucional y, aun siendo mando del Cuerpo, carece de ese grado de representatividad».

Hubo todavía un último intento, con participación positiva del interlocutor, pero ya era demasiado tarde para que la persona adecuada pudiera aceptar.

Juzgue el lector. ¿Es posible que haya tal dificultad en Interior para encontrar una persona capaz de mantener el tipo en el debate propuesto? Han sido cinco meses. Creo tener derecho a esperar que la Ertzaintza además de la porra fuera capaz de manejar el diálogo.

Noticias de Gipuzkoa 31/10/2009