DISCURSO DE PEPE MUGICA EN SU TOMA DE POSESION COMO PRESIDENTE DE URUGUAY
«Amigos, ¿por qué esta transmisión de mando, un poco inusitada en la plaza pública, acá, no sólo a la intemperie sino ante la estatua de Artigas? Quienes organizaban esto me atormentaban: ¿Y si llueve? Y si llueve nos mojamos todos les decía yo. ¡Qué incrédulo!. Qué sé yo. No se puede estar temblándole a todo. Mala suerte si llueve… Tuvimos suerte. ¿Por qué? ¿Qué simboliza el monumento? Este monumento simboliza para los uruguayos dos cosas: unidad nacional y concepción latinoamericana. Unidad de los pueblos de América Latina. Ese es el sentido y el símbolo. Hacerlo en la plaza pública para que la gente lo vea. Es aburrido como toda cosa protocolar. Ahora estamos santificados. Está la firma del señor escribano. Hemos procedido en regla. No dirán que no soy una criatura domesticada. Pero amigos, estas formalidades que dan garantías, podrán ser aburridas, pero son una necesidad institucional que hay que defender. Pero ¡ay de nosotros si no las tenemo!, y cuando las hemos perdido, sólo les damos el valor cuando nos damos cuenta del papel de representación que cumple para con una nación.
¿Entonces, cuál es el sentido de este encuentro? Agradecerle el calor al pueblo uruguayo, en primer término. Ese calor que vimos en las calles y esa alegría. Sabemos que hoy casi tocamos el cielo con la mano. Mañana empezarán los días cansinos del trabajo, inevitablemente el camino del purgatorio. Pero compañeros, compatriotas, estamos comprometidos con un país que vaya a más. Pertenecemos a una generación de la cual quedan algunas reliquias de los que quisimos tocar el cielo con las manos. Soñamos con construir como pudiéramos una sociedad mejor.
Duro aprendizaje en la larga acumulación que significa poder progresar, porque no hay progreso que no sea acumulativo, que no sea lento y que no sea hijo del trabajo disciplinado de los hombres y de la sociedad. Hoy, hoy nos damos cuenta, queridos compatriotas, de que no podremos jamás abdicar de soñar que algún día podrá haber, arriba del planeta, sociedades donde lo mío y lo tuyo no nos separe, con menos egoísmo, más solidaridad. Pero sabemos que no es poca cosa tener libertad, disentir, respetarnos, multiplicar conocimiento y conciencia, y ensayar todos los caminos y fórmulas posibles que sirvan para enriquecer la sociedad y para enriquecernos nosotros mismos como seres humanos. Soy de los que piensan que algún día la humanidad construirá esas sociedades, pero mucho antes tendrá que haber multiplicado mucha riqueza, mucho conocimiento y mucha cultura, porque es inútil querer igualar de arriba hacia abajo. La gente clama por lo inverso.
Todas estas cosas son opinables, pero un gobierno son cinco años. Tenemos que cumplir nuestros pequeños escaloncitos, subir, tratar de dejar algo que va a continuar otro. La historia ni empieza ni termina con nosotros, solamente que seamos unos bichos terriblemente vanidosos. Entonces necesitamos, en primer término, la colaboración de todos los sectores, de todos los sectores que componen nuestra sociedad: ricos, pobres, los del medio. Necesitamos gente que invierta, y le tenemos que dar garantía, porque va a invertir si tiene seguridad y tranquilidad. Y si esa gente no invierte, no les damos respuesta a aquellos por los cuales, solidariamente, más estamos preocupados. En el afán de repartir mucho y aceleradamente, terminamos repartiendo menos.
Tiene que andar la economía, en primer término, pero tienen que andar todas las iniciativas posibles. Las de los empresarios nacionales. Me decía una señora hoy: «Queremos ayudar a las empresas pequeñas». Al Uruguay entero: esto es una empresa pequeña. Sí, es posible, pero necesitamos todas las iniciativas, un Estado que tenga capacidad de asociarse, de fundar cosas, más que nada de darle garantías a la gente, a una clase media ahorrista que no llega a la estatura de empresario, pero es lo que tenemos. Ayudarla a fundar cosas, a que corran las cooperativas que se atrevan, y aquellos más corajudos de mi pago que no se preocupen de levantar muchos letreros por reivindicaciones. Eso que lo hagan, pero que afronten el coraje de juntarse y fundar empresas autogestionadas para demostrarse que los trabajadores son capaces de mandarse a sí mismos. Y todo ese mundo conviviendo y multiplicando la riqueza, porque si no multiplicamos riqueza todo lo demás es bla, bla, bla.
¿Por qué? Porque nuestra época tiene una cultura y nuestra cultura está significando que la gente demanda cuestiones materiales, y las demandas sociales son prácticamente infinitas. Si cometemos el error de fracasar talando las iniciativas económicas o frenándolas, no hacemos otra cosa que multiplicar el costo que tenemos que tener.
Pero al mismo tiempo saber que nuestras sociedades son de dos velocidades. Que hay un mundo que cuando económicamente progresa recoge los frutos de ese progreso, pero hay otro mundo que, por marginación o atraso cultural, comienza a quedar al costado del camino.
Tenemos posibilidades, queridos compatriotas: el Uruguay es una aldea grande dotada de recursos naturales, al punto que uno tendría que decir «esto es un pan dulce». La naturaleza nos dio demasiado, nos dio cosas que son permanentes. Podemos y debemos seguir construyendo una tierra acogedora, que abra los brazos para todas las soledades de América Latina. Somos un pueblo hijo de aluvión: acá están todos los credos, todas las culturas. Acá no existe la discriminación, ni hacia los negros, ni hacia los pobres, ni hay discriminación sexual por las opciones que se tomen. Tal vez, si algún defecto tenemos, es ser tremendamente republicanos, casi somáticamente igualitarios. Por eso, compañeros, nada más importante que la integración, nada más importante que el funcionamiento político, nada más importante que cuidar la economía, pero nada más importante que nos tengamos que acordar de los que han quedado al costado del camino, no sólo por solidaridad, sino por conveniencia nacional. Este país, en el contexto de América Latina, tiene la historia de ser el país más igualitario. Debe continuar y acentuar esa tendencia igualitaria llevándoles oportunidad a aquéllos que el mercado tiende a segregar contemporáneamente.
El gran compromiso del gobierno que nace hoy no es tocar el cielo con la mano, ni repartir lo que no tiene: sería imposible. Su compromiso se puede cuantificar y medir con pocas palabras: barrer la indigencia y disminuir la pobreza en un cincuenta por ciento, como propuesta elemental, y masificar el conocimiento y la cultura, muy particularmente llevando el conocimiento al Interior lejano, olvidado y segregado. La forma en que lo hagamos es negociable: no es negociable el rumbo.
Y si por ello toca pasar horas amargas, las pasaremos. Estamos convencidos: la mayor herencia que les podemos dejar a las generaciones que vengan es que sean sencillamente más capaces que nosotros, más formadas que nosotros. Nadie nos va a regalar la prosperidad, entonces, compatriotas del pueblo que andan por ahí: nuestro grito es latinoamericano, hermanos de nuestros hermanos. Los dolores de nuestros hermanos son nuestros. Allí está, nuevamente, Chile roto, como una especie de azote de la naturaleza, que nos llama y nos dice cuidado. Y ayer fue Haití. Mañana no sabemos qué nos depara el cambio climático. Por ello, por encima de las diferencias de clase, de religión y de costumbres, unidos, compatriotas, unidos. Unidos para ser solidarios con nuestros compatriotas.
Finalmente, queridos, va a continuar esta transmisión; después hay una fiesta. Las gargantas de la cultura uruguaya van a regalarnos canto, y lo van a hacer solidariamente. También es una forma de integrarnos, porque ¿cómo puede haber algo importante sin canciones? Mañana tendremos, o pasado, alguna lágrima, y después tendremos algún contratiempo, pero hoy comprometámonos, escuchemos la cultura de nuestro canto, acompañémoslo, y sobre todo: no al odio. No a la bronca. No al escepticismo. No al no se puede. No a ese crónico criticismo, que agarramos el huevo y le damos vuelta y vuelta, y le encontramos el pelo.
Por encima de todas las cosas, a comprometernos con la realidad. Y permítanme: nada cambia si no cambiás vos. El sujeto de cambio sos vos, pueblo querido. Contigo cambiamos, o contigo sucumbimos, y estamos como abrazados.
Si pudiera hacer lo de Fausto, y hacerles un negocio a las fuerzas del más allá, y decirles se me acabó mi existencia, pero estos años sirven para colmar siquiera en parte la alegría de ese pueblo que está en la calle, lo haría. Pero no hay un milagro: eso es pura poesía y fantasía. Tu progreso sale del trabajo, del compromiso, de la ciencia, de la seriedad, de levantarse todos los días y volver a empezar, y sentir una derrota y, finalmente, tengo el derecho a gritar en este mundo que derrotados son sólo aquellos que dejan de luchar. ¡Viva la patria! ¡Viva el Uruguay! ¡Viva América Latina!».
Enviado desde Argentina por el compañero Amílcar Reali