[La muerte de Mandela ha dado lugar a declaraciones casi unánimes elogiando su figura y rechazando el apartheid.
En 2001, Arjan El Fassed, miembro de Electronic Intifada, respondía al columnista delNew York Times Thomas Friedman con una supuesta carta de Nelson Mandela. Reproducimos la carta apócrifa, que algunos medios están difundiendo como auténtica, porque su denuncia de la hipocresía que supone rechazar el desaparecido apartheid sudafricano y a la vez negar el que continúa practicando Israel, es plenamente actual. La redacción.]
Querido Thomas,
Sé que ambos aspiramos a la paz en Oriente Medio, pero antes de hablar de las condiciones exigidas desde la perspectiva israelí, debe saber qué pienso yo.
¿Por dónde comenzar? ¿Qué le parecería 1964? Permítame citar mis propias palabras durante mi juicio. Siguen estando hoy tan vigentes como lo estaban entonces: “He luchado contra la dominación blanca y contra la dominación negra. Defendí el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todo el mundo viviera en armonía y tuviera igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”.
Hoy, la gente, negra y blanca, reconoce que el apartheid no tiene futuro. En Sudáfrica acabó por la acción de las masas para construir la paz y la seguridad. Esta campaña junto a otras iniciativas, solo podía desembocar en el establecimiento de la democracia.
Para usted probablemente es extraño observar la situación de Palestina, o más exactamente, las relaciones entre palestinos e israelíes como un sistema de apartheid. Es porque piensa equivocadamente que el problema de Palestina empezó en 1967. Lo ha demostrado en su reciente artículo “Primera Memoria de Bush” en el New York Times del 28 de marzo de 2011.
Parece sorprendido al escuchar que ya había problemas sin resolver desde 1948, especialmente el derecho al retorno de los refugiados palestinos. El conflicto israelí-palestino no es únicamente una cuestión de ocupación militar, ni Israel es un país que se haya creado “normalmente” y se haya puesto a ocupar otro país en 1967.
Los palestinos no luchan por un estado sino por la libertad, la liberación y la igualdad, exactamente igual que nosotros luchamos por la libertad en Sudáfrica.
A lo largo de los últimos años, y sobre todo, bajo el gobierno del Partido Laborista, Israel ha demostrado que todavía no está dispuesto a devolver los territorios ocupados en 1967, que los asentamientos permanecen, Jerusalén está bajo exclusiva soberanía israelí y los palestinos no tienen un estado independiente sino que están bajo la dominación económica israelí, con un control israelí del agua y de las fronteras por tierra, mar y aire.
Israel no cree en un estado sino en una separación. El valor de la separación se mide en términos de la capacidad de Israel de preservar el Estado judío y no tener una minoría palestina que pueda convertirse en mayoría en algún momento del futuro. Si esto se produjera, obligaría a Israel a convertirse en un estado democrático o binacional laico o a transformarse en un estado de apartheid de facto.
Thomas, si siguiera las encuestas en Israel a lo largo de los últimos 30 ó 40 años, encontraría un racismo burdo: un tercio de la población declara ser racista sin tapujos. Este racismo es del tipo de “odio a los árabes” y “que se mueran los árabes”.
Si observara igualmente el sistema judicial en Israel, vería que hay una discriminación contra los palestinos, y si tuviera en cuenta los territorios ocupados en 1967, se encontraría que ya hay dos sistemas judiciales operativos que representan dos valoraciones diferentes de la vida humana: por un lado la vida de los palestinos, por otro, la vida judía. Y también dos enfoques diferentes para la propiedad de la tierra. Las propiedades palestinas no son reconocidas como propiedad privada pues pueden ser confiscadas.
En cuanto a la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, hay otro aspecto añadido. Las llamadas “zonas autónomas palestinas” son bantustanes.
«Sabía perfectamente que el opresor tiene que ser liberado como lo ha de ser el oprimido.
Un hombre que priva a otro hombre de su libertad es prisionero de su odio, está encerrado tras los barrotes de sus prejuicios y su estrechez de miras (…)
Cuando franqueé las puertas de la cárcel esa era mi misión: liberar al mismo tiempo al oprimido y al opresor.»
(Autobiografía)
El estado palestino no puede ser un subproducto del estado judío con la finalidad de preservar la pureza judía. La discriminación racial de Israel la padecen en su vida cotidiana la mayoría de los palestinos. Desde que Israel es un estado judío, los judíos israelíes pueden tener derechos especiales que los no judíos no pueden disfrutar. Los árabes palestinos no tienen ningún espacio en un estado “judío”.
El apartheid es un crimen contra la humanidad. Israel ha privado a millones de palestinos de su libertad y de su propiedad; ha perpetuado un sistema de discriminación racial y de desigualdad; ha encarcelado y torturado a miles y miles de palestinos, violando las leyes del derecho internacional; ha practicado una guerra contra la población civil, especialmente los niños.
La respuesta dada por Sudáfrica las violaciones de los derechos humanos, que pasa por supresión de las políticas del apartheid, pone de relieve qué debe superar la sociedad israelí antes de que se pueda hablar de una paz justa y duradera en Oriente Medio.
Thomas, no abandono la diplomacia en Oriente Medio. Si quiere la paz y la democracia, le apoyaré. Si quiere un apartheid formal no les apoyaremos. Si quiere mantener la discriminación racial y la limpieza étnica, nos opondremos.
Cuando no sepa qué quiere, llámeme…
«No dudo un instante de que cuando entre en la eternidad tendré una sonrisa en los labios”
(1997. Reflexión sobre los logros alcanzados después del fin del apartheid)
30/03/2001
Traducción: VIENTO SUR