Desde Sócrates hasta Gandhi y Luther King pasando por Thoreau, varios activistas y pensadores se han visto a sí mismos como gallos mañaneros que debían despertar con su canto temprano a la vecindad. O como tábanos que tenían que despertar con su aguijón a un caballo algo apático y bastante lento, al que hay que provocar, que picar un poco para que inicie el trote, para que avance y aligere, para que cambie de dirección.
No es extraño, entonces, que uno de los mejores documentales acerca de la desobediencia civil lleve el título euskera de «Ziztadak» («tábanos», en español). Dirigido por Oriol Andrés, Carlos Castro y Gemma García, junto a la ayuda inestimable de Sabino Ormazabal. Ni tampoco resulta extraño que la cinta fuera seleccionada para su proyección en el X Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia, el 24 de abril de 2012.
El documental comienza con los fragmentos siguientes de la Carta desde la cárcel de Birmingham (20), escrita por Martin Luther King, el 16 de abril de 1963:
«No tuvimos otra alternativa salvo prepararnos para la acción directa. Con este fin decidimos ofrecer nuestros propios cuerpos como instrumento para exponer nuestro caso ante la conciencia de la comunidad local y nacional […]. Y bien pueden ustedes preguntar, ‘¿Por qué acción directa? ¿Por qué sentadas, manifestaciones, etc.? ¿No es la negociación el mejor camino?’ Tienen toda razón en su llamada a la negociación. De hecho, éste es el propósito de la acción directa. La acción directa no violenta intenta crear tal crisis y establecer tal tensión creativa que una comunidad que se ha negado constantemente a negociar, se vea forzada a enfrentarse al problema […]. Debo confesar que no me asusta la palabra ‘tensión’. He trabajado y predicado concienzudamente contra la tensión violenta, pero existe un tipo de tensión constructiva no violenta que es necesaria para el crecimiento […]. Sabemos a través de una dolorosa experiencia que la libertad nunca la otorga voluntariamente el opresor. Tiene que ser exigida por el oprimido […]. Debemos ver la necesidad de tener tábanos no violentos para crear el tipo de tensión en la sociedad que ayude a los individuos a escapar de las oscuras profundidades del prejuicio y el racismo, hasta llegar a las alturas majestuosas del entendimiento y la hermandad».
Después, ante el espectador, discurre una serie de entrevistas junto a imágenes de archivo a través de las que se pasa a reflexionar en torno a gran parte de las experiencias de oposición sociopolítica no-violenta en Euskal Herria. Entre otras, las protagonizadas por las primeras maestras (andereñoak) de ikastolas, los insumisos al servicio militar, los ecologistas contra la central de Lemoiz o el pantano de Itoiz, los demandantes de procesos judiciales en euskera, los campesinos por una Cámara Agraria en el País Vaco del norte, los Iparralde DEMO o los colectivos afectados por el desalojo de Kukutza, en el barrio de Rekalde.
Al final, se oye una canción («Esperantzara Kondenatua») interpretada por Gari mientras aparecen los créditos donde se van sucediendo los rostros de emblemáticos desobedientes, hombres y mujeres, como Louis Lecoin, Rosa Parks, Fernando Pereira, Gladys del Estal, Rachel Corrie, Bertrand Russell, Aminatou Haidar, Pepe Beunza, Aldo Capitini o Vandana Shiva. Y justo en ese momento, cuando lo único que deseas es que nada de eso (ni dentro ni fuera del film) termine, te acuerdas de aquel fragmento que, en 1860, Walt Whitman escribió:
“A los estados todos y a cada uno de ellos; a las ciudades de cada estado:
Resistid mucho, obedeced poco.
Cuando la obediencia no se cuestiona, cuando se cae en la esclavitud completa;
cuando se cae en la esclavitud completa, no hay nación, estado o ciudad de este
mundo
que recobre su libertad.”
Algo que, con otras palabras, Herbert C. Kelman y V. Lee Hamilton21 vienen a plantear cuando se preguntan qué hacer para que nunca más sucedan hechos como los crímenes cometidos en esas situaciones donde obedecemos una orden que moralmente deberíamos desobedecer. Para evitar lo cual proponen, entre otras cosas, estimular una orientación hacia los valores en vez de hacia las normas (y los roles), fomentando una actitud cuestionadora que reafirme la integridad personal y que, desdeñando castigos o premios, anteponga el significado y las consecuencias humanas de las acciones políticas que, incondicionalmente, la autoridad exige. Una actitud de la que tenemos buenos ejemplos en tres testimonios gráficos separados únicamente en el tiempo:
El primero, de 1936, la fotografía El hombre cruzado de brazos en medio del saludo nazi, que muestra a centenares de obreros alemanes haciendo el saludo nazi y entre ellos a un hombre solo, August Landmesser, quien, algo ceñudo, permanece con los brazos cruzados.
En segundo lugar, El rebelde desconocido, ese hombre de paradero igualmente ignoto que, como si fuera el abuelo hipnotizador del protagonista de Trenes rigurosamente vigilados (la novela de Bohumil Hrabal), con su cuerpo, con la fuerza de su pensamiento, quiso impedir el avance de los carros de combate de la República Popular China hacia la Plaza de Tiananmen, el 4 de junio de 1989, en Pekín.
Y por último, Duran Adam (el hombre de pie), donde vemos al artista turco Erdem Gunduz, quien, el 18 de junio de 2013, en protesta contra el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan, permaneció firme e inmóvil durante seis horas, con la mirada fija en las grandes banderas nacionales y en una imagen del fundador de la República de Turquía, Mustafá Kemal Ataturk, que cubren un edificio en uno de los laterales de la plaza Taksim en Estambul.
(20) M. Luther King, Discursos, Universidad de León, Taller de Estudios Norteamericanos, 1997, pp. 57-61.
Fragmento del articulo
NOTAS ACERCA DE LA DESOBEDIENCIA CIVIL
Juan Claudio Acinas Vázquez
jacinas@ull.es
Universidad de La Laguna
publicado en REVISTA LAGUNA, 33; 2013, PP. 77-98 89
Publicación de Filosofía de la Universidad de La Laguna