¿Cómo nace Carro de Combate?
Laura Villadiego (L): Nazaret y yo nos conocimos en Madrid en el año 2008. Ella se fue a Sudamérica y yo acabé en el Sudeste Asiático y desde entonces estuvimos en contacto, siguiendo una el trabajo de la otra. Un día le escribí, desde Camboya, y empezamos a hablar de las cosas que yo veía que se hacían allí y que compraba en España. Allí se hace prácticamente todo, es la zona que está absorbiendo toda la capacidad productiva que tenía China, es una zona donde los salarios son todavía mucho más bajos.
¿Y empezasteis a trabajar sobre ello?
L: Entonces comenzamos a hablar de que hay muy poca información sobre esto y dado que ambas estamos en zonas alejadas y que podíamos complementar la información que podíamos extraer, pensamos que era una buena idea lanzar un proyecto conjunto, porque en los procesos de producción de los procesos más complejos, como pueda ser la electrónica, te das cuenta de que siempre hay más de un país implicado. Así cerrábamos el círculo, trazábamos la cadena completa de producción de diferentes productos.
¿Qué une a Latinoamérica con el Sudeste Asiático?
Nazaret (N): Como decía Laura, la idea de Carro de combate surge porque la zona donde ella trabaja, al ser los salarios tan baratos, se produce mucho y hubo un momento histórico en el que las fábricas que estaban en el primer mundo se trasladaron a esos lugares. Donde yo he vivido, en Brasil y Argentina, también se producen estas cosas, aunque a diferencia del Sudeste Asiático se explota ilegalmente a la gente. En estos dos países han salido a la luz casos de explotación de personas que trabajaban para Inditex, a través de subcontratas. ¿Qué nos une? Cada vez más, los grandes grupos que controlan más firmas están en Argentina, Brasil, Camboya, Tailandia….
Siempre pensamos en Inditex, pero habrá otras empresas españolas…
N: El caso del textil es muy evidente porque sale más a la luz. Hay otros casos como el de los bancos, por ejemplo tanto el BBVA como el Banco de Santander financian proyectos productivos o inversiones que suponen un quebrantamiento de derechos humanos que no son tan evidentes. Nos encantaría investigarlo con más profundidad pero eso requiere dedicarle más tiempo y más recursos.
¿Cómo es trabajar sin el respaldo de un medio de comunicación fuerte detrás?
L: Esto hace que no nos podamos dedicar exclusivamente a ello, tenemos que compaginarlo con la actividad principal periodística que es la de vender reportajes para otros medios como La Marea, por ejemplo. Luego en la relación con las empresas da un poco igual porque no te suelen recibir, a no ser que digas que vienes del New York Times.
N: Como mucho a mi me han llegado a responder un cuestionario por escrito, y ahí se garantizan qué es lo que van a responder.
L: También depende qué tipo de empresas. Las españolas son muy difíciles, las anglosajonas no son tan difícil, al menos te dicen sí o no, pero es que las españolas directamente no te contestan.
¿Cómo nace el proyecto del libro sobre el azúcar?
N: Ha sido el más ambicioso, el más amplio. Queríamos hacer una investigación más amplia y que no tuviera las limitaciones de algo que escribes para Internet. Pensamos en un producto de amplio consumo y con consecuencias medioambientales y sociales evidentes…
Y el azúcar cumplía esos requisitos…
N: Sí, además tiene una tradición histórica de estar en países que han sufrido la colonización. Además, nos pareció un producto sencillo de investigar, pero cuando estábamos en ello nos dimos cuenta de que sencillo tenía poco.
L: Pensamos que era sencillo porque tiene características muy simples y que su principal ventaja se basa en el precio. Pero claro, cuando empezamos a investigar a fondo, nos dimos cuenta de que no era tan sencillo. En un principio nos planteamos cinco meses y al final fueron cerca de ocho.
¿Cómo se financia Carro de combate?
N: Nosotros, como vosotros y como tanta gente en la profesión, vamos ensayando fórmulas. Nosotros hicimos un crowfunding en el que nos comprometíamos a hacerlo sacando lo que sacábamos, luego hicimos una campaña de mecenazgo. Son donaciones muy pequeñas que siempre se complican, nos financiamos para sacar adelante lo que hacemos, pero no para poder sostenernos nosotras.
L: Pero es que, además, eso implica que tenemos que trabajar paralelamente en otras cosas y no podremos dedicarle todo el tiempo que necesitaríamos.
¿Cuál es vuestra aspiración?
L: Que le podamos dedicar más tiempo, que sea más estable, al menos económicamente, para que nos permita liberar tiempo para hacer las investigaciones y recursos para hacer los viajes. En la investigación del azúcar hemos visitado seis países, porque nuestras localizaciones geográficas nos lo facilitaban y no era muy caro, pero si nos hubiésemos planteado hacer algo sobre la electrónica, para lo que es indispensable visitar la República Democrática del Congo, probablemente no hubiésemos podido hacerlo. El objetivo es seguir con estas investigaciones a corto plazo. De hecho ya estamos con la segunda que es sobre la industria del plástico.
N: Hay otra cuestión clave que es la del consumo político. Todo nuestro proyecto está centrado en la idea de que el consumo es un acto político. Necesitamos tener todas las bases para después saber decidir qué es lo que consumimos, qué consecuencia tiene y ejercer esa decisión política que a veces puede ser más eficaz que el voto.
L: A mi me parece una idea fundamental, porque a veces pensamos en el consumo ético o responsable porque va a tener consecuencias para terceros, pero es mentira, puede tener consecuencias para ti mismo. Eso lo hemos visto en España. Parte de la crisis en la que está inmersa viene de estos procesos de deslocalización, se ha quedado sin industria. No es solo un consumo ético y responsable, sino inteligente, que te va a venir bien a ti mismo.