Iñaki Soto / Gara 06/04/2014
Lo llaman entrevista y no lo es. En realidad, Eguiguren no responde preguntas, más bien hace reflexiones sobre los temas que a él le interesan. Divaga, pero eso no le resta coherencia, porque al rato recupera un hilo que había dejado suelto hasta tejer un discurso que tiene más de charla magistral que de diálogo. Su conversación es abrumadora, repleta de citas y anécdotas, muestra de una cultura general muy rica.
El presidente del PSE es plenamente consciente de que algunos, especialmente algunos de sus compañeros, no se van a tomar bien que publique un libro titulado «Euskal Herria. Por un nuevo nacionalismo, vasquismo y navarrismo», menos aún que lo publique con GARA. Eguiguren afirma con sorna que probablemente se tomarán peor lo segundo, «porque para lo primero hay que leérselo». En un tono más serio, cree que «no está mal romper los esquemas del pasado» y no entiende por qué no debería hacerlo si «lo que le interesa a quien escribe un libro es, primero, que se lo publiquen y, segundo, que alguien lo lea».
Centralidad de Nafarroa
Entrando en materia, la tesis central del libro es que «actualmente no estamos construyendo Euskal Herria sino más bien destruyéndola». Para Eguiguren esta nación «no tiene sentido sin Navarra y el País Vasco-Francés» y lo que se está haciendo actualmente apenas es «una Bizkaia un poco gorda». Es muy crítico con la tradición abierta por Sabino Arana, a quien hace referencia varias veces. Frente a ella apuesta por dar centralidad a Nafarroa, entre otras cuestiones porque «refleja el pluralismo vasco». No duda en afirmar que «Euskal Herria es prácticamente Navarra, y sin ella Euskadi no tiene sentido». «Es como España sin Castilla», insiste.
En realidad lo que propone no debe entenderse como una propuesta sobre el marco o la territorialidad. Va más allá, es «un cambio de esquemas». En ese sentido, subraya que su propuesta se inscribe en una Europa en la que «se pueden construir naciones sin Estado que tengan órganos y autoridades comunes». En el libro defiende abiertamente que esa Euskal Herria siga siendo parte de los estados español y francés. Según él, las naciones únicas y la soberanía de los estados ya no existen y, de la mano de un constitucionalismo dual, el libro «va corriente a favor».
Construcción y derecho a decidir
Si bien no rechaza el derecho a decidir, Eguiguren cree que este no se puede reducir a una consulta. Señala que en Loiola «se incluía ese derecho, pero se hacía de una forma gradual, legal, huyendo de esa consulta aparentemente tan simple». Cree que tal y como se plantea normalmente es «una especie de trampa», dado que el Estado no lo permite y el nacionalismo tradicional no está realmente interesado.
Ahondando en esa idea, considera que «gran parte del nacionalismo actual es una ideología para gobernar, no para llevar al país a la independencia». «No creo que el PNV tenga ningún interés en la independencia», apostilla. Desde su punto de vista, «el nacionalismo se ha convertido en un arma para que un partido político concreto gobierne, pero construir una nación es algo mucho más serio».
Al leer el manuscrito da la sensación de que Eguiguren quisiese proponer un proceso de construcción nacional más potente a cambio de rebajar las demandas de soberanía o la reivindicación del derecho a decidir. No niega que sea así, pero lo plantea como una consecuencia, no como un objetivo del libro. «Si haces más compleja Euskadi, con navarros y franceses de por medio, ahí hay un nuevo equilibrio donde la posibilidad de separación se complica». No obstante, señala que «yo creo que está ya complicada, porque Euskadi está dividido».
Considera evidente que «Euskadi será independiente cuando los no nacionalistas decidamos que sea independiente, porque los nacionalistas no tienen suficiente fuerza para ser independientes». Desde su punto de vista «la independencia nunca es una cuestión de iure, es una cuestión de facto: cuando una mayoría clara quiere la independencia, da igual lo que diga la Constitución o las leyes, se hace la independencia. Y aquí, para que se dé ese tanto por ciento hacen falta los no nacionalistas». Sobre las posibles causas de ese hipotético cambio, Eguiguren no duda de que será «no porque se vayan a hacer nacionalistas, sino porque se desengañen de España». No obstante señala que las variaciones electorales y entre bloques son mínimas, lo que obligaría a cambiar de esquemas para cambiar la relación de poder entre las partes.
Partidos y alianzas
«La utopía en política es muy relativa, es cambiar de esquemas, y es cambiar de gobernantes», afirma. Por eso cree que «al PNV le interesa el esquema actual» y por eso también «el libro está escrito un poco pensando en la izquierda abertzale, que tiene la tarea de definir qué tipo de nacionalismo y de país quiere». Compara esa necesidad de definición con la que tuvo el PSOE en la transición.
En todo caso no ha escrito «pensando en el bien de la izquierda abertzale, sino más bien en el bien del Partido Socialista, o de la izquierda en general, para que haya una alternativa al PNV». Insiste en explicar este punto: «le doy un papel especial a la izquierda abertzale porque es la nueva, es la que tiene más necesidad de definirse. La que puede aportar novedad -porque los demás estamos anquilosados, consolidados, si quieres-, es la izquierda abertzale. Si ellos cambian, obligan al PSOE a cambiar».
Históricamente él siempre ha sido «partidario de gobernar conjuntamente con el PNV», pero admite que «si tiene que haber una alternativa será porque hay unos protagonistas distintos, lo cual también parece una utopía, pero no sé por qué lo tiene que ser». Para él es evidente que «ni a la izquierda abertzale ni al PSOE le dan los números». En ese sentido, subraya que «con los esquemas actuales no hay forma de poner de acuerdo a la izquierda abertzale y al Partido Socialista, y así nunca nos juntaremos». Piensa que su propuesta favorecería «un deshielo para que se puedan entender; ya sé que es muy difícil, al PSOE le gusta pactar con el PNV y a la izquierda abertzale le sacan el marco político y va como un toro al capote con el PNV, pero quizá con una visión más amplia de Euskal Herria sería posible».
Eguiguren señala que «me da pena que el PNV juegue con nosotros, a la vista de todos, y se lleve el gato al agua siempre». Por eso defiende la alternancia.
Euskadi inmediata y futuro
En el libro no se mencionan temas del conflicto (ETA, víctimas…), porque quería hablar «de futuro, porque doy por terminada esa fase». Según Eguiguren, «todo lo que sea hablar de eso es para capitalizar, para manipular o para estropearlo».
No obstante, apuesta por el diálogo: «Los partidos se deberían reunir y decidir qué cojones quieren hacer con la Euskadi inmediata, porque la paz ya está, la reconciliación ya está. Los temas de verdad no los quiere afrontar nadie». También cree que debería haber una negociación «entre Batasuna y el Gobierno, y si el Gobierno no se presta, pues Batasuna y las demás fuerzas políticas del País Vasco y el lehendakari. Eso se lleva en secreto en torno a una mesa y se toman las decisiones y si hay que hacer otra especie de Pacto de Ajuria Enea, esta vez en el sentido de poner punto final a esto, pues se hace», concluye.
Recuerda «cómo se hizo lo de los poli-milis, lo hizo Rosón, que era franquista, Mario Onaindia, que había sido de ETA, y en una cena diseñaron cómo se ponía fin a aquello y se puso de la noche a la mañana». Subraya la paradoja de que «algunos de los que más se oponen a que se resuelvan estos temas son los que obtuvieron los beneficios de aquella solución».
Él saca el tema de los líderes de la izquierda abertzale encarcelados y apunta que «eso tiene una trascendencia especial, porque no es para joderle al líder, es para impedir que la formación política se consolide. Aquí se hace todo lo contrario de lo que se hizo antes, de lo que se hace en cualquier país y de lo que aconseja cualquier texto de resolución de conflictos».
Asumiendo la responsabilidad compartida que PSOE y PNV tienen en la dispersión de los presos, entiende que su partido no saque el tema por intereses electorales, pero tampoco ve a los jeltzales interesados en esta cuestión. Cree que si no se afrontan estos temas es «por intereses políticos». Dice que a medida que se acerquen las elecciones se promoverá la idea de que Euskal Herria es un lugar conflictivo, «porque eso da votos en la España eterna». Señala con tristeza que se ha dado cuenta de que «en Madrid con ETA se vivía mejor».
Ni loco ni retirado
Ha sacado el tema de la locura varias veces, en relación a Unamuno y a Lope de Aguirre, pero también lo menciona como una de las falsas acusaciones que se hicieron sobre él (junto a «etarra» o nacionalista), por lo que no me resisto a preguntarle.
«¿Qué les diría a aquellos que dicen que Eguiguren está loco?», disparo. Tras dudar un momento, recurre a una de sus referencias: «Como decía Lope de Aguirre, «loco es aquel que dice antes de tiempo las verdades». Yo siempre he sido así, me acuerdo de que el primer artículo que publiqué en el periódico se titulaba «Por un socialismo vasquista», es decir, que tengo una cierta coherencia».
Junto con esto, aprovecha para reivindicarse y contratacar: «los que me han acusado de esto y lo otro, no sé dónde estaban cuando yo saqué de las catacumbas el partido en Gipuzkoa, ¿no? Porque de mí la gente se acuerda estos últimos años, pero había que haber vivido los años ochenta». No duda en señalar que las críticas que más le han dolido son las de su «bando», «porque contra el adversario estás acostumbrado a pelear, contra los tuyos no, sobre todo cuando no entiendes por qué te descalifican y por qué aíslan y te toman manía. Pero bueno, luego llegó el congreso, hablé con Patxi [López] y soy otra vez presidente…»
Lo cierto es que desde fuera parece que sufra cierto ostracismo, pero recuerda que «en el PSOE no se dan las escisiones y hasta ahora se ha respetado a los discrepantes y a los heterodoxos. La influencia que esto pueda tener no lo sé, pero soy el presidente del PSE, tampoco me autodesprecio ni me minusvaloro. Llevo toda la vida en el PSOE».
Sobre una posible retirada, afirma que «dicen que el político normalmente no se retira, se extingue poco a poco, y probablemente yo también me iré extinguiendo». Tampoco descarta que llegue «un congreso y me manden a casa como nosotros mandamos a otros, es ley de vida». Sobre su actividad política, cree que en cierto sentido se hace «más política escribiendo este libro que dedicándote a cierta actividad en el ayuntamiento o cosas de esas. Tengo la ventaja de que se me ha puesto a parir tanto que se me escucha, aunque no se me haga mucho caso». Está por ver.