Tica Font, Directora del Instituto Catalán Internacional por la Paz y miembro del Centre Delàs d’Estudis per la Pau. Cronicas insumisas. Público.es 27/10/2015
El 31 de octubre se cumplen 15 años de la aprobación por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de la Resolución 1325. Dicha resolución reconoce que la guerra afecta de manera diferente a mujeres y niñas, afirma la necesidad de potenciar el rol y la participación de las mujeres en la prevención, protección y resolución de los conflictos armados. Por primera vez se promueve una agenda internacional pública sobre mujeres, paz y seguridad.
La resolución hace hincapié en la importancia de que las mujeres participen en pie de igualdad e intervengan plenamente en la prevención y solución de los conflictos, la consolidación de la paz y el mantenimiento de la paz. También insta a los Estados Miembros a que garanticen la participación plena y en pie de igualdad de las mujeres en todos los esfuerzos para mantener y promover la paz y la seguridad e insta a todos los agentes a que aumenten la representación de las mujeres e incorporen una perspectiva de género en todas las esferas de la consolidación de la paz.
La Resolución puso sobre la mesa una realidad, el impacto de las guerras sobre las mujeres y niñas, sobre su vida, sobre su integridad física, psicológica o sexual. Hoy se reconoce que las mujeres se ven afectadas por actos de violencia de manera diferente a los hombres, que algunos de estos actos se dirigen específicamente contra ellas, mientras que otros les afectan en mayor proporción que a los hombres.
Si muy a menudo en un Estado de Derecho el patriarcado sigue estando tan arraigado, en donde la desigualdad y la sumisión de las mujeres forman parte de los valores imperantes, en un país en guerra las mujeres y sus cuerpos se vuelven instrumentos o campos de batalla. Entre los muchos impactos de la guerra sobre las mujeres el que más hiere es el de la violencia sexual. La violación sexual se transforma en táctica de guerra en la lucha contra el enemigo. Por muy duro y bárbaro que suene violar a mujeres y niñas, es una práctica habitual entre los diferentes bandos enfrentados, y el abuso sexual se da incluso entre las fuerzas internacionales de paz. Los conflictos de Kosovo, Ruanda, Liberia, Guatemala, Perú, Colombia, etc., todos estos conflictos nos han mostrado que la violencia de género y la violencia sexual durante el conflicto y posconflicto, ha sido una práctica generalizada, reiterada y persistente.
La violación es una práctica que busca despertar en las victimas sentimientos de miedo, angustia, inferioridad, humillación y degradación. La violación es utilizada como una forma de intimidación, castigo, represalia, humillación, ofensa o como instrumento de presión para obtener información. Generalmente suele utilizarse como instrumento para castigar y humillar, a través de ellas, a los hombres a los que están ligadas (padre, marido, hermano, hijo, pareja), hombres que son considerados enemigos.
El mensaje para los hombres es que al violar a su mujer está violando una propiedad suya, y se mancha el honor suyo y de su familia, además de recordarles que han fallado en su rol de protección a la familia. De manera que la violación sexual sobre una mujer supone el ejercicio de poder sobre las mujeres, pero también sobre los hombres
Después de 15 años los avances han sido muy escasos, la presencia de mujeres en misiones de paz de Naciones Unidas, sigue siendo pequeña, la presencia de mujeres en las mesas de negociación de paz es nula o con raras excepciones, la implantación de una agenda internacional propia y especifica de mujeres sigue estando pendiente, la incorporación de la perspectiva de género, la promoción de los derechos económicos o sociales de las mujeres, romper con la impunidad de las violaciones de los derechos de las mujeres sigue siendo una asignatura pendiente. Por no mencionar la falta de reconocimiento hacia al trabajo que muchas organizaciones de mujeres están llevando a cabo en sus comunidades.
En estos días en la sede de Naciones Unidas se ha hablado de ello, todos los estados han enviado a sus representantes, las organizaciones de mujeres han llevado sus reivindicaciones, se ha vuelto a repasar la situación de cómo afecta el conflicto armado a integridad física, psicológica o sexual de las mujeres. Es el momento de que se asuman compromisos, de que los estados implementen planes de acción y los doten presupuestariamente. Es el momento de anteponer los derechos de las mujeres al negocio de las armas o a los intereses geoestratégicos. Es el momento de defender a las mujeres frente a la impunidad de los culpables y la falta de voluntad política de los estados.
Es el momento de hablar de ello, hay que romper el silencio que revictimiza a muchas mujeres.