Jordi Calvo Rufanges
Llevamos unos años movidos en lo que a paz y seguridad se refiere. Las fronteras parecen desvanecerse al tiempo que somos susceptibles de ataques terroristas, movimientos masivos de población, inestabilidades económicas y un cambio climático culpa de todos y responsabilidad de nadie. Lo más curioso es que adalides y gurús de la globalización no lo hubieran previsto. Pero esta no es solo la cada vez más cuestionada globalización económica, sino que en lo tecnológico, ecológico y humano es imparable.
En este contexto, ¿cómo podemos hacer el mundo más seguro? Hay quien lo tiene muy claro, echando mano de los ejércitos. No en vano han tenido lugar en España las maniobras de la OTAN de mayor tamaño, espectacularidad y visibilidad de la historia reciente. No en vano es la OTAN la principal precursora de presionar a los gobiernos de sus países miembros para que aumenten los recursos económicos (de los presupuestos públicos, claro) destinados a mantener unas numerosas, bien armadas y con enormes medios logísticos y de transporte militar, de ataque y destrucción, para que en cualquier momento, en cualquier lugar y a cualquier enemigo se le pueda decir quien manda aquí.
Visto así, hay quien no lo cuestionará e incluso le parecerá de lo más correcto. Tenemos amenazas, armémonos y defendámonos de ellas, y si hay que tener el doble de soldados, misiles, destructores, bombarderos y si hay que participar en el doble de misiones militares allende los mares, hagámoslo. Y, aunque no lo digamos, hay quien sueña con tener incluso bombas nucleares, como las grandes potencias y de verdad ser importantes y temidos en el mundo.
Es triste pero esta es la seguridad que predomina, la de armarse hasta los dientes, la de levantar muros más grandes, la de disparar antes de preguntar, la de las soluciones militares. Quienes gestionan nuestra seguridad tratan a los terroristas como enemigos, lo que en cierto modo se puede entender, aunque para conseguir una solución real y duradera también con el terrorismo se debería ir más allá. En todo caso, lo que no se puede entender ni tolerar es que traten a las personas, llámense refugiadas o migrantes como enemigos a nuestra seguridad, lo que no puede ser es que se opte por militarizar hasta la respuesta a retos tan globales como el cambio climático. La absurdidad llegó hasta el punto de proponer gestionar los movimientos migratorios en el Maremortum literalmente a cañonazos con los posibles barcos que pretendieran transportar a las muchas personas que tan solo buscan una vida mejor.
El próximo jueves día 12 hablaremos en Barcelona de esta seguridad y de si mayores gastos militares hacen del mundo un lugar más seguro o más bien al contrario, has sido los responsables de haber llegado a la situación actual. Además de uno de los principales expertos del SIPRI, hemos querido saber la opinión de los partidos políticos. Veremos quién se atreve a venir y proponer, para que el mundo sea más seguro, alternativas a las soluciones militares.