Manifiesto de la comunidad científica y académica vasca

El COVID-19 está generando una crisis sin precedentes tanto a nivel mundial como en Euskal Herria, traducido en devastadores costes humanos, sociales y económicos. Mientras buena parte de la comunidad científica se está esforzando sin descanso por entender el origen y el desarrollo de la pandemia y detener la propagación del virus, sentimos, como persona vinculadas a la academia, el deber de aportar a la sociedad nuestra visión sobre la situación actual, así como de apuntar algunas líneas de actuación que eviten repetir graves errores cometidos en el pasado y poder así encarar mejor la construcción de un nuevo futuro.

La ciencia ya ha alertado de que ésta es una crisis con raíces profundas en nuestra relación irresponsable con la naturaleza. No podemos obviar que estamos viviendo una crisis concurrente con otras graves crisis ambientales globales, como la pérdida acelerada de biodiversidad o el cambio climático, aún lejos de ser resueltas debido a la falta de ambición política. La recuperación de los efectos del COVID-19 va a depender de nuestra resiliencia y capacidad de transformación, tanto a nivel individual como colectivo. Nos encontramos ante una encrucijada histórica: seguir por el camino errado o cambiar de rumbo.

El hecho de que el COVID-19 esté teniendo profundos impactos tanto a nivel humano como económico se debe, en gran medida, al modelo de desarrollo global dominante, consolidado también en Euskal Herria. Un modelo que, para su mantenimiento, depreda la naturaleza y genera, entre otros trastornos, crecientes impactos y desequilibrios ambientales con graves costes sociales. Nos encontramos ante un espejo en el cual podemos ver nítidamente las debilidades del modelo económico actual: grandes bolsas de desempleo y precariedad laboral, una falsa dicotomía entre salud y desarrollo económico, presiones crecientes sobre sectores públicos críticos como la salud, la educación o la ciencia, sectores laborales feminizados, crisis profunda del sistema de cuidados, presiones del sector financiero y de corporaciones para recibir ayudas públicas sin contraprestaciones, incremento de la dependencia del sector alimentario del exterior y de las grandes empresas de distribución, aumento del riesgo asociado al control social mediante las nuevas tecnologías de la información, etc.

CAMBIAR DE RUMBO

La recuperación de los efectos del COVID-19 va a depender de nuestra resiliencia y capacidad de transformación, tanto a nivel individual como colectivo. Nos encontramos ante una encrucijada histórica: seguir por el camino errado o cambiar de rumbo.

Otra debilidad importante del actual modelo de desarrollo es su necesidad de mantener un crecimiento económico continuado para lograr una frágil estabilidad social, aun a costa de profundizar en las crisis socio-ambientales derivadas del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad. La biodiversidad es necesaria para mantener las importantes funciones de los ecosistemas, incluida la de evitar que virus como el COVID-19 se propaguen a los seres humanos. La comunidad científica lleva décadas advirtiendo que la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas son el germen perfecto para la expansión de multitud de virus en el futuro. Cuidar de la biodiversidad es, desde este punto de vista, un seguro de vida para nuestra sociedad y, por tanto, una inversión estratégica, en vez de un gasto.

Somos conscientes de que los efectos positivos que se pueden observar en el entorno durante este tiempo de pandemia, como el descenso de la contaminación del aire en pueblos y ciudades, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero o el descenso de la presión a la que sometemos al medio natural, son efectos pasajeros que desaparecerán cuando terminen las restricciones aplicadas. Se requieren esfuerzos concertados, sostenidos en el tiempo y planificados bajo parámetros de justicia social, para que la mejora de los indicadores socioambientales se mantenga en el tiempo.

Ante este diagnóstico, se requiere una visión integral acompañada por una acción urgente y decidida para planificar un mundo post-COVID-19, resiliente, sostenible y equitativo, también en Euskal Herria. No nos podemos quedar atrás. Sería un error estratégico de costes incalculables. La crisis actual es una oportunidad para fomentar valores positivos latentes en la sociedad, como la solidaridad o el cuidado mutuo, imprescindibles para la transformación necesaria. Valores que, por otra parte, hemos visto desde nuestros balcones, en el agradecimiento de la sociedad al esfuerzo de las personas que trabajan en sectores vitales, empezando por el sector sanitario, pero sin olvidarse de todas las personas que nos han provisto de los cuidados, servicios y productos esenciales. Personas que, a menudo y paradójicamente, trabajan en penosas condiciones laborales y sin apenas reconocimiento.

La crisis actual es una oportunidad para fomentar valores positivos latentes en la sociedad, como la solidaridad o el cuidado mutuo, imprescindibles para la transformación necesaria

Este manifiesto, firmado por personas del mundo académico que trabajamos en Euskal Herria y/o que desarrollamos nuestra labor docente y científica en otros países, tiene por objeto proponer algunos de los pilares para avanzar, durante y después de la actual crisis, hacia un modelo socioeconómico verdaderamente sostenible en Euskal Herria. Planteamos cinco líneas de actuación prioritarias para impulsar esa transformación, las cuales se debieran detallar y comenzar a aplicar sin demora, para seguir desarrollándose después de que la crisis sanitaria vaya remitiendo:

1

Abandonar el modelo de desarrollo centrado en el crecimiento agregado del Producto Interior Bruto (PIB), diferenciando los sectores productivos que pueden crecer y por tanto necesitan inversión (por ejemplo los sectores públicos esenciales como educación, salud, energía y materiales sostenibles), de otros sectores que deben decrecer debido a su insostenibilidad o a su papel en el impulso excesivo del consumo no-esencial (especialmente asociados al uso de los combustibles de origen fósil o nuclear, minería, etc). Esto también requiere sustituir el PIB como indicador central por otros indicadores basados en sistemas integrados de contabilidad ambiental y económica, y aquellos que tienen por objeto marcar una senda de desarrollo sostenible, teniendo en cuenta los impactos sociales y ambientales del crecimiento económico sobre el bienestar humano y del planeta en su sentido más amplio, y así puedan orientarnos hacia un futuro de sostenibilidad de la vida.

2

Fomentar, desde las instituciones públicas, políticas de producción, consumo e inversión que tengan en cuenta los límites ecológicos y eviten generar una deuda injusta e inasumible para las generaciones futuras. A su vez, en el marco del establecimiento de una renta básica universal, se ha de desarrollar un sistema de cuidadosdonde las personas estén en el centro, reconociendo nuestra vulnerabilidad e interdependencia. Partiendo de ahí, el modelo económico debe ir dirigido a asegurar la provisión de bienes y servicios esenciales por parte del tejido productivo que aseguren la salud y bienestar de la población, basando la resiliencia en la proximidad, la apuesta por lo público y el bien común, minimizando la dependencia respecto al mercado global, volátil y especulativo, que en gran parte depende de estrategias de deslocalización de la producción de estos bienes y servicios esenciales. Se trata de extender el concepto de km 0 y materializarlo.

3

Diseñar e implementar una fiscalidad ambiental progresiva para desincentivar la sobreexplotación de los recursos naturales y a su vez hacer frente a la crisis climática y a la degradación de los ecosistemas. Este también será un instrumento estratégico para financiar la transición ecológica que necesariamente requiere inversión en ciencia y tecnología. Como país económicamente avanzado, en parte debido a la deuda ecológica histórica que hemos contraído, tenemos que colocarnos a la cabeza de Europa en las políticas reales de desarrollo sostenible, poniendo en el centro de toda acción política la crisis climática.

4

Abandonar el modelo de movilidad basado en grandes infraestructuras y modos de transporte insostenibles, que generan grandes costes ambientales, económicos y sociales. Se debe imponer una moratoria a las grandes inversiones en infraestructuras para priorizar los servicios esenciales que se requieren tanto en este momento como en el futuro. Es imprescindible diseñar un nuevo modelo de movilidad que sea significativamente menos agresivo con el medio ambiente y de menor derroche energético, con un peso mayor de la movilidad no motorizada y del transporte público y centrado en la creación de redes de cercanía.

5

Transformar el sistema agrícola y alimentario con el objetivo de avanzar en la soberanía alimentaria basada en la agroecología que asegura la conservación de la biodiversidad, la producción de alimentos sostenibles y locales, basados en condiciones de trabajo dignas; esto requiere una ordenación del territorio y la relocalización de las cadenas globales de producción y distribución de alimentos que impulsen la relación de cercanía entre productores y consumidores y donde la biodiversidad, el agua y el entorno natural estén en equilibrio con los núcleos poblacionales y sus procesos de urbanización y ruralización. Así mismo, respetar, proteger y garantizar el derecho a una alimentación saludable y nutritiva adecuadas, particularmente en contextos de crisis como el actual.

La concreción del principio de provisión de bienes y servicios esenciales en cercanía hoy, más que nunca, nos lleva a primar la territorialización de nuestras actuaciones, con nuevas formas de gobernanza. Entre ellas, los ecosistemas se conforman como la base de la adaptación a la crisis climática, desde lo local, como la descarbonización lo es para la mitigación en el ámbito de lo global.

Como personas comprometidas con el futuro socio-ecológico de Euskal Herria, creemos que estas pautas conducirán a una sociedad más sostenible y equitativa, basada en valores positivos de respeto hacia la naturaleza y todas las personas. Es la mejor inversión para el futuro de las generaciones venideras, que tendrán que enfrentarse a situaciones difíciles. También creemos que, sobre las bases propuestas, existe una alternativa al insostenible modelo actual y, por lo tanto, debemos trabajar sin demora en Auzolan para construir un nuevo futuro, aprendiendo a gestionar las incertidumbres. Es el momento adecuado para abrir nuevos horizontes en Euskal Herria. Instamos a los agentes y colectivos sociales y territoriales, así como representantes institucionales de todos los territorios de Euskal Herria y a la sociedad en general, a que no dejen pasar esta oportunidad.

Euskal Herria, mayo de 2020

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